Si metalizo una roca con papel plateado no estoy transformando solamente esa roca, convirtiéndola en escultura. Estoy haciendo alusión al cielo, al recorrido del sol, que es el hilo conductor de muchas cosas. A veces, en paisajes como los de Galicia tengo en cuenta el mundo cultural céltico. Mi manera de pintar las rocas de Allariz, por ejemplo, es muy distinta de lo que antes había hecho en el País Vasco.
Los pinos son plantaciones dispuestas geométricamente, crecen como columnas, unas más estrechas y otras más gruesas. Los árboles autóctonos tienen entidad propia como árboles y se asemejan poco entre sí. Un abedul es distinto a otro abedul, un roble a otro roble, un aliso a otro aliso, aunque luego las texturas resulten muy parecidas.
El aliso es un árbol de río. Las plantaciones que de ellos se han hecho contribuyen a que las riadas no se lleven las tierras. El aliso es un árbol de mucha raíz, al que le van saliendo ramificaciones independientes. En realidad no son más que ramas que salen desde abajo y forman en conjunto como pequeños bosques. Lo que en un pino sería una columna, en un aliso serían 10 o 20 columnas distribuidas de forma más irregular, formando paraguas independientes de muchos troncos.
Un pino puede ser prolongado ampliando su imagen con el que visualmente aparece a su derecha o a su izquierda, pero eso no es suficiente. Lo amplías siempre con vistas a que no se independice cada uno de los pinos y para poder hacer una lectura global en horizontal. Hay que buscar la continuidad en los ritmos con los colores de los otros pinos, teniendo en cuenta que entre pino y pino se filtra el paisaje, y a veces hasta el cielo en las lejanías, y tú tienes que hacer pinturas.