Escultura pública

Conversaciones con Juan Ángel Vela del Campo

La construcción de poblaciones enteras, incluida Bilbao, se había hecho en función de los barcos que llegaban hasta la ría, de las industrias metalúrgicas, del comercio que eso generaba y de la explotación de las minas. Se habían creado unos núcleos de población alrededor de las fabricas, pero esos núcleos no tenían ni un gramo de planificación para el hábitat humano. Sencillamente se habilitaban unas viviendas lo más cerca posible de las fabricas para que se trabajasen más horas. No era una planificación ni desde la estética, ni desde el paisaje, ni desde ningún concepto humanista.

Durante muchos siglos el mundo sólo ha sido lo que los grandes imperios determinaban que era desde sus creencias religiosas o sus aspiraciones de poder. La cultura de muchos pueblos no representaba nada, no valía, y en la medida en que el pensamiento democrático ha ido avanzando después de la Revolución Francesa los imperios han asimilado los restos arqueológicos de otras culturas y las han incorporado a sus grandes museos y fundaciones.

La historia del arte es la historia del arte público y no la del arte privado. La demanda ha venido siempre del encargo; quien podía hacerlo era quien tenía los medios. La obra privada empieza en realidad con las nuevas clases sociales que aparecen a partir del Renacimiento, cuando los mercaderes se hacen fuertes y reclaman el derecho a ser retratados igual que la aristocracia. Empiezan a ser retratados ellos y también sus casas, sus dominios y sus barcos. La libertad de expresión da ahí un paso importante.

La exigencia intelectual del artista la tenemos en Rembrandt, en Goya, que dan un testimonio psicológicamente lúcido cuando retratan a la nobleza, vertiendo sobre ella su sentido de la libertad, sus propias opiniones de artista. El ejercicio de la libertad le costó a Goya que durante muchos años sus pinturas negras o sus grabados hayan estado en los sótanos de los museos.

Los mejores valores, los más avanzados y progresistas, han estado abandonados por las clases dominantes durante muchas épocas de la Historia. Han tenido que ser las fuerzas más liberales y más sensibles a los valores de la estética y de la cultura las que han rescatado del olvido el mejor arte. La libertad de expresión ha dependido siempre de la política y del mundo del poder. Cuando hay una libertad aparentemente plena es cuando el artista, a través de la obra de caballete, vende su trabajo a quien quiere. Entonces es cuando realmente empieza a haber un arte más privado y más libre.

Las plataformas de proyección internacional tienen propietarios públicos o privados que tratan de definir lo que ha sido el arte en el pasado o en el presente, y sobre todo cuál es el mejor arte. Si quieres tener un hueco en la sociedad tienes que adaptarte a algún aspecto de las líneas dominantes.

Tu libertad de expresión, incluso dentro de tus propios materiales, está en función de lo que se valora como arte importante. El grado de dirigismo no siempre es político. A veces se entremezclan las líneas comerciales dominantes con las líneas políticas, con potentes equipos que tratan de definir la filosofía dentro del arte, y no digamos en el dominio internacional de carácter cultural e ideológico. El arte está lleno de obstáculos y dificultades, está muy condicionado por este tipo de aislamientos e imposiciones de las grandes multinacionales en función del mercado. Estoy convencido de que las grandes posibilidades expresivas del artista de nuestro tiempo no se están desarrollando del todo, sencillamente por encontrarnos con verdaderos muros llenos de intereses que imposibilitan unas realizaciones acordes con las capacidades que realmente existen.

Fue muy emocionante impartir un taller en el Círculo de Bellas Artes, medio siglo después de haber sido allí mismo alumno de Vázquez Díaz. Lo primero que se me ocurrió fue invitar a los jóvenes a llevar cajas de cartón con la pretensión de que con ellas pudieran hacer ejercicios respecto al volumen, a los huecos, a la comunicación entre dentro y fuera, etc., y pintarlas, cortarlas y hacer todo un trabajo con materiales situado entre la pintura en plano y la pintura en dimensiones espaciales fuera del plano. Me sentí muy rejuvenecido reviviendo mi propia experiencia y también con la posibilidad de poder explicar algo de lo que conozco.

He visto demasiados talentos que no están aún reconocidos y difícilmente lo van a estar alguna vez. Por otra parte, muchos de los que se creen genios no lo son. En todo caso, si existen genios los hay por miles y no por docenas como pretenden los grandes manipuladores del arte de nuestro tiempo. Tengo un punto de vista optimista de las posibilidades de los jóvenes, pero menos del dirigismo artístico al que se ven condicionados.