Mi predisposición a dibujar viene dada porque no quería ir a la escuela por pura rebeldía. Lo único que sabía hacer, o creía saber, era dibujar, y entonces llenaba el cuaderno con dibujos y le decía a mi madre que eran los deberes para justificar así que había estado en la escuela.
Los dibujos han cubierto muchas horas de soledad. Una vez conspiramos varios chicos y nos pusimos de acuerdo para cambiar de escuela. La razón es que en la que estábamos nos llamaban «hijos de ‘rojillos» y hablaban mal de nuestros padres. Yo me chupé mucha soledad en esa época. Estoy hablando de cuando era muy niño. En el año 41, con once años, ya estaba trabajando en un caserío, y lo que hacía era arrastrar mi soledad, bien con los dibujos o bien pintando en las rocas con ladrillos.
Al dibujo le doy la importancia de la ambigüedad, la importancia del primer acercamiento a una forma o a una figura.
Soy un analista por tradición creativa, tanto individual como de grupo. Me ha marcado mucho el trabajar en grupo, discutir en grupo, intentando llegar a resoluciones colectivas. Además me ha interesado siempre contrastar lo que yo hago con los demás, incluso provocar conversaciones para saber en qué se afirman otros para su creatividad. En mi actitud ética y política ante las situaciones colectivas que nos ha tocado vivir he intentado analizar por qué ocurren muchas cosas, y cuando he tomado una postura ha estado basada en unos principios sociales, políticos y filosóficos.