Agustín Ibarrola ha nacido en el medio proletariado creado por la industria del hierro bilbaína. No ha visto en ello el lado fructífero, la riqueza que deslumbró a algunos y que les hizo tener cierto complejo de superioridad. Tampoco se sintió un cantor poético del trabajo.

Ibarrola ha visto, y padecido, el lado trágico del trabajo mismo, sus efectos en hombres y paisajes, y de su experiencia, ha extraído materia para su obra, con expresiones distintas según las diversas fases de su vida de pintor.

Esfuerzo por dar entidad a la Pintura Social

Dentro de la ‘Pintura social’ puede decirse que el pintor vizcaíno Ibarrola representa uno de los esfuerzos más originales para darle una nueva expresión a esta corriente artística.

Gracias a él, la ‘Pintura social’ sigue existiendo porque hay artistas, que como él, e incluso influidos por el Cubismo y su concepción de los volúmenes, han sabido retratar como nadie la angustia de la clase obrera.

“En los momentos del franquismo y en los primeros años de la transición a la democracia, a mí se me identificaba con el Realismo Socialista, se quería ver mi obra exclusivamente como un conjunto de manifestaciones o ambientes industriales de tono panfletario”, recuerda el pintor de Basauri.

“Ya desde entonces, -prosigue el relato de Ibarrola- muchas veces me han negado mi relación con el color. Cuando pintaba a todo color las barcas de los pescadores o las máquinas modernas, la gente se sorprendía. «Qué raro, ¿por qué has metido ese color?», me decían”, se extraña.

Pero él les contestaba: «Pues porque lo tiene, coño, por eso lo he pintado así».

Un paisaje sociológico fiel a la dura realidad

Por lo visto, se negaban a ver que estaba haciendo un esfuerzo por crear un paisaje sociológico, intentando ser fiel a la representación ambiental.

Otra cuestión es el paisaje industrial con casas originalmente pintadas en distintos colores que acaban llenas de cenizas, polvo y hollines adquiriendo un color uniforme.

O los árboles alrededor de las fábricas, más grises que verdes, con óxido sobre las hojas. Además, “en el Equipo 57 cultivamos el color a tope. Cuando se habla de mí se ignora muchas veces que estuve en el Equipo 57, se trata de ocultar la relación que he tenido con el arte de vanguardia, reduciéndome a un realismo simple y demagógico”, asevera.

El origen del Bilbao industrial

Para entender la obra de Agustín Ibarrola durante la época de la férrea industrialización, hay que retrotraerse al origen de la capital vizcaína.

La construcción de poblaciones enteras, incluida la de Bilbao, se había hecho en función de los barcos que llegaban hasta la ría, de las industrias metalúrgicas, del comercio que eso generaba y de la explotación de las minas.

Crearon unos núcleos de población alrededor de las fábricas, carentes de un gramo de planificación para el hábitat humano.

Sencillamente, se habilitaban unas viviendas lo más cerca posible de las fábricas para los empleados aprovechasen al máximo el tiempo y trabajasen más horas.

No era una planificación ni desde la estética, ni desde el paisaje, ni desde ningún concepto humanista.

Pintura Social que retrata la deshumanización del entorno

Y Agustín Ibarrola supo captar y reflejar esa realidad porque su ‘Pintura social’ no solo veía los efectos de cierta clase de trabajo en los hombres. Apreciaba también los efectos que tiene el entorno, un entorno brutal, deshumanizado.

A través de su obra, Ibarrola denuncia que se han creado aglomeraciones monstruosas, ciudades-dormitorio, depósitos de detritus de todas las clases y la industria, esa panacea universal, “se ha hecho vieja, vieja, vieja”, clama el artista.

Su denuncia cobra un gran sentido porque no se trata tanto de destapar la miseria y escasez como de hacer ver que el exceso de ciertos elementos y el envejecimiento de otros hacen que la vida social sea lúgubre en grado insospechado para los que tenían una fe en el Progreso y la Evolución, cuyo uso fue tan maniqueo en el siglo XIX.

Es un tema que como en otras muchas partes, reviste una gran actualidad y una extrema gravedad, ya que de un modo insensato, se ha llegado a un deterioro del medio ambiente, que da lugar a la creación de los llamados grupos «ecologistas», que sea cual sea su actuación, tienen una razón sobrada para existir, sobre todo para no dejar morir la denuncia que puso en marcha Agustín Ibarrola.