Jose Duarte

(Córdoba, otoño 1986)

Escrbir sobre Agustín Ibarrola y hacerlo sobre nuestra época de trabajo y convivencia, que fue la del Equipo 57, ten para mí y seguro que para él la importancia de haber vivido en común una etapa muy importante de nuestra vida, etapa en que descubrimos juntos muchas cosas en una juventud ya madura. Cosas tan importantes como vivir una libertad no experimentada hasta entonces (hablo de la España de los 50), una amplitud de miras en todos los sentidos, sobre todo en el del arte, terreno en el que pudimos ver, aprender y practicar con todas las oportunidades que para eso ofrecía parís, como capital todavía de la cultura y lugar de encuentro de las vanguardias artísticas. Por esos motivos para nosotros y para otros muchos españoles que concurrieron por allí por esos años, la evocación de París siempre tendrá algo de nostalgia y de agradecimiento.

Era normal que muchos artistas nos conociéramos allí y no en España. Hablábamos de arte y de política, y nos hacíamos solidarios en muchas cosas. Compartíamos trabajos de supervivencia, casa, estudio, ilusiones…

Coincidimos en nuestra búsqueda estética en el Constructivismo como un arte racional, donde lo subjetivo tenía poca importancia. Buscábamos un arte objetivo, fuera de conceptos metafísicos e individualistas, rompiendo así con actitudes tradicionales del arte.

En aquel París empezamos a reunirnos y mantener conversaciones Agustín Ibarrola, Angel Duarte, Juan Serrano, y yo. De aquellas conversaciones, paralelas a los trabajos de cada uno, surgió nuestra primera exposición, que tuvo lugar en el Café Rond Point. La obra ahí mostrada no estaba realizada en equipo, pero sí tenía raíces comunes. Acompañaba a la exposición un manifiesto bastante panfletario, donde hacíamos alusión a las posturas en torno a la práctica artística contemporánea, en contra de los mecanismos del arte y la separación del artista de la sociedad. Definíamos un arte racional frente al informalismo, que era entonces tendencia dominante y que considerábamos un arte de evasión, irracional, burgués e individualista. Como contrapartida a todo esto, nosotros apostábamos por una revisión superadora del neoclasicismo y el suprematismo, movimientos que eran los más próximos a nuestros planteamientos. El manifiesto lo terminábamos con un llamamiento que «a todos los artistas que sientes la necesidad de una solución colectiva como base de la suya propia». Llamábamos «a la unión para crear frentes sólidos, para exigir de los organismos responsables la consideración de nuestros problemas y de nuestras necesidades, que son estas y las de nuestra cultura».

Releído hoy el manifiesto me resulta, además de dogmático, un tanto ingenuo, entre otras cosas por esa pretensión nuestra de terminar con todo lo establecido en torno al arte.

El primer choque lo tuvimos con Oteiza. Estábamos tan convencidos de que él suscribiría nuestros postulados que lo habíamos incluido como firmante. Tras leer él el manifiesto, tuvimos que tachas su nombre de todos los ejemplares.

La galería Denise René se interesó por la obra expuesta en el Rond Point, y, compartiendo al menos nuestro entusiasmo, organizó en su galería una exposición con esa misma obra y difundió el manifiesto. Lógicamente fue una jugada inteligente por su parte.

Entre los recuerdos entrañables que guardo de Agustín figura nuestra estancia en Basauri. Poco después de finalizar nuestra exposición del Rond Point regresamos a España para trabajar en Córdoba, pero Agustín y yo nos quedamos en Basauri, durante un mes, haciendo sobre todo apuntes de formas que sacábamos de la chatarra, de máquinas o de fragmentos de estas; nuestro interés por estas formas no era premeditado sino más bien surgió como reencuentro con esta serie de elementos que nos proponían una gran riqueza de formas. En algunas de las obras que figuraron en la exposición de la Sala Negra de Madrid se puede apreciar que las formas tienen su origen en estos apuntes.

La exposición de la Sala Negra de finales del 57 -la primera que hacemos en España-, con el trabajo realizado en Córdoba, marca una pauta importante en la trayectoria del Equipo 57. En el catálogo se explica la teoría de la «interactividad del espacio plástico». Rodamos y proyectamos la película Inerativida Cine I, en 35 mm y a color, en la que poníamos los cuadros en movimiento mediante el paso de aproximadamente 400 guaches.

El trabajo colectivo fue creando el método más lógico y coherente, donde las aportaciones individuales, que nunca se perdieron, fueron enriqueciendo y justificando unos resultados que justificaron esta forma analítica, poco frecuente en arte, donde la discusión y realización de bocetos eran decisivas para los resultados finales.

En el catálogo de la exposición de Sala Negra incluimos una serie de esquemas más las reproducciones de los cuadros expuestos, tratando de aclarar los principios teóricos de la «interactividad en del espacio plástico». Entre otras cosas decíamos: «La forma, el color, la linea, y la masa no existen como elementos independientes y autónomos. Todo es espacio diferenciado». Los cuadros para esta exposición son obras todavía realizadas de forma individual. Las obras presentadas en la exposición del Thorvalsens Museum de Copenhague, en la primavera del 58, fueron las primeras realizadas y firmadas como Equipo 57. Ello se advierte en el carácter más despersonalizado de la pintura.

El espacio teórico y práctico que empezó en una primera etapa sólo con la pintura, abrió el camino para la escultura. Después vendría el estudio de superficies regladas, enfocadas hacia un concepto arquitectónico. Así llegamos al diseño de muebles, ampliando el carácter integrador de nuestro trabajo. De algún modo retomábamos el proyecto de la Bauhaus, que había planteado el acercamiento del arte y la industria como búsqueda de un arte más total.

En 1961 cuando conseguimos un Premio Nacional de Diseño de Muebles en una exposición organizada por el Ministerio de la Vivienda, EXCO, exposición que creo que no se volvió a celebrar más, a pesar de que el número de participantes fue muy elevado y se notaba el deseo por parte de los diseñadores de abrir caminos en este campo.

Paralelamente a la teoría y práctica de nuestros postulados estéticos, participábamos en coloquios y conferencias, que a veces organizábamos nosotros mismos. Por ejemplo, el que patrocinó el Ayuntamiento de Córdoba con el título de «Paralelo actual entre la ciencia y el arte». Los conferenciantes fueron: Diego Jordano, biólogo; Rafael de la hoz, arquitecto; Fernando Carbonell, ingeniero; Gerardo Olivares, arquitecto; Gonzalo Torrente Ballester, escritor; Carlos Castilla del Pino, psiquiatra; Manuel Sanchez Camargo, crítico de arte, y el propio Equipo, que contribuyó con dos conferencias.

Los escritos fueron abundantes y aparecieron en revistas de distinto signo, y no cabe duda de que eran bastante polémicos. Eran escritos entorno al arte y la sociedad, o al artista y la sociedad, temas que interesaban bastante en aquella época, sobre todo en España. La exposición que hicimos en el Club Urbis de Madrid en 1958 nos la clausuraron antes de la fecha prevista, para evitar unos coloquios que habíamos anunciado con anterioridad, y en los que iban a participar los críticos Jose María Moreno Galván y Antonio G. Pericás.

Con Denise René hubo un proyecto muy ambicioso de crear en Ajaccio en la isla de Córcega, una escuela recordando la Bauhaus y la Escuela de Ulm, contando con nuestra participación y con la del pintor danés, Richard Mortensen. Se estuvo a punto de adquirir una casa con este propósito. El proyecto al final quedo aparcado.

Las exposiciones más importantes, por más completas, las realizamos en España. A todos los miembros del Equipo nos parecía importante la regular participación en el panorama nacional. Nos interesaba mostrar y debatir todas nuestras propuestas en un terreno más conocido como era el de España, y a la vez necesitado de información.

Quiero recordar a dos personas que cada una en su momento, desde su responsabilidad en el Museo de Arte Contemporáneo, trataron al Equipo con interés, prestándole una gran atención. Uno fue el crítico de arte Manuel Sánchez Camacho, ya fallecido, que adquirió dos cuadros para el museo, y Chueca Goitia, que también adquirió unas banquetas diseñadas por nosotros para distribuirlas por las salas. Más tarde entregamos al Museo un cuadro de Mortensen, que donaba al pueblo español.

En cuanto a la crítica, tuvimos el apoyo de los ya mencionados José María Moreno Galván y Antonio G. Pericás. Moreno Galván mostró desde el principio una gran comprensión, participó en todos los debates que se plantearon y ayudó a la difusión de nuestra obra. Fue un hombre abierto a todas las corrientes artísticas avanzadas.

Córdoba fue el epicentro de todas nuestras actividades artísticas en España. Tres de los miembros del Equipo, Juan Serrano, Juan Cuenca, ambos dedicados hoy a la arquitectura, y yo éramos cordobeses. Era lógico que la ciudad se convirtiera con París en un espacio importante para el desarrollo de nuestras experiencias.

La última exposición en España fue precisamente en Córdoba, y quizás fuera la más completa, incluyendo pintura, escultura, estructuras y muebles. En esta exposición colaboró Fernando Carbonell, que fue un pilar fundamental en todas las actividades artísticas de nuestra ciudad durante bastantes años, actividades que ejerció desde el Círculo de la amistad y Liceo Artístico.

La experiencia de estos trabajos de una manera o de otra ha dejado su huella en nosotros de muy distintas formas. Angel Duarte es el único que después de la disolución del Equipo ha seguido trabajando y evolucionando en torno a la interactividad, de manera más directa.

En la pintura figurativa y de contenido social de Agustín Ibarrola se aprecia de forma muy consciente por su parte la interacción de las imágenes entre sí, dándole un valor espacial al conjunto de formas que configuran la totalidad del cuadro.

La experiencia acumulada en su larga trayectoria de artista, su entusiasmo por el arte y la investigación, han dado lugar a su espléndida última obra, que se produce en tres dimensiones y donde llega incluso a la integración total entre naturaleza y arte.

Para terminar no puedo resistir la tentación de contar una anécdota ilustrativa del carácter vitalista y del entusiasmo de Agustín hacia los demás. Al poco tiempo de conocernos en París y cuando vio la obra que estábamos haciendo Juan Serrano y yo, le gustó, la cogió, hizo un rollo y se vino a Bilbao haciendo auto-stop para organizarnos una exposición en la Asociación Artística Vizcaína. Exposición que defendió como propia.